domingo, 13 de abril de 2008

¿Para qué encontrarme si puedo perderme?

La impostura como carácter y la rectitud jugando de medio estorbo.

Olvida la línea continua y el asfalto. Arrojémonos a la zarza en la siguiente curva. Lamiendo los arañazos y degustando las cuatro moras prendidas en el jersey apareceremos en un nuevo camino que siempre estuvo ahí; oculto pero siempre disponible, llamándote con afonía. Si todos conducen a Roma, ¿por qué no tardar un poco más y descubrir los placeres aplazados, emplazados, desplazados?
Tira pa'l sur y disfruta el aroma suburbial(hogueras de neumáticos y hojalata resplandeciente en la última hora solar), elude las farolas encendidas y dobla la última esquina. Abre la puerta enclavada en la calleja, la del toldo desvencijado y rendido y el cristal roto. Dentro está el vendedor de helados (prestamista de ilusiones). Tiene mil sabores para ofrecerte: unos familiares como los pasos de tu madre por la mañana, y otros ajenos como la chica del bus que se aleja. Si seguimos subdividiendo tendremos un abanico muy amplio: los hay dulces como esta última mora olvidada en el jersey, ácidos como la saliva de ella (aquella), y amargos como el ruido de la calle en domingo, como una baldosa partida. Elige el que quieras pero, por favor, cómetelo entero,ya sabes que al final del cucurucho te espera el premio.

P.D.: aquí os dejo una conferencia de Galeano. Si a veces os asusta el mundo,leedle. No os dejará de asustar pero por lo menos no sentirás que eres el único al que le pasa.

3 comentarios:

¿Para qué? dijo...

- Dorothy, sigue el camino de baldosas amarillas. En busca de la Ciudad Esmeralda.

A veces el camino más corto no es la línea recta, si lo único que hacemos es mirarnos el ombligo según vamos caminando, zigzagueando por las sendas ya dictadas por otras mentes pensantes que creen tener la verdad absoluta o simplemente por pensar, quizá equivocadamente, que es lo correcto. Porque no pararnos a disfrutar de la gran cantidad de de pequeñas cosas que nos deparará nuestra andadura.

Porque no saltar las barreras que privaran tu libertad, por que estar encadenado como un perro a un árbol mientras tu dueño piensa lo que es bueno para ti. Salir corriendo hasta tocar el horizonte y poder sentarte debajo del manto de estrellas al calor de la luna llena. Y en ese momento quizá y solo quizá encuentres realmente: ¿quién eres?, ¿qué eres?, ¿Qué quieres? Y a ¿Dónde vas?

Anónimo dijo...

Que poeta eres chatin!!

Anónimo dijo...

A ver si escribes mas de vez en cuando me encanta lo que dices y como lo dices :P